Editorial

2010 fue el a o de cierre de un ciclo de estímulos a la investigación en Venezuela. La suspensión,por parte del Estado venezolano, del Programa de Promoción del Investigador (PPI), pusofin a 20 a os de fomento a la investigación científica y tecnológica en el país. Salvo algunas pocasmanifestaciones, más asociadas a lo político que a la política científica, los investigadores aceptaronentre nostalgias e indignación una nueva realidad. El PPI, programa que en el pasado sirvió parapertenecer a una comunidad científica, pero que no necesariamente medía el desarrollo de la cienciaen Venezuela, fue cerrado por falta de financiamiento. “Así no más”, sin informes que pudieranestablecer la pertinencia o no de un programa de estímulo al investigador, a través de un incentivomonetario, que fue percibido casi siempre como minúsculo.Pero no sólo desapareció el PPI, también en el a o 2010, el Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología(FONACIT) decidió -unilateralmente- no financiar las revista científicas venezolanas. ParaEnl@ce, que ese mismo a o fue clasificada por ese organismo en la posición número uno del áreade las Ciencias Sociales, se le limitaron los planes de expansión previstos, y sólo pudo sobrevivir,gracias al aporte que la Universidad del Zulia mantuvo. Qué sentido tiene investigar y publicar cuando no hay debate posible sobre la cuestión?Una política así dirigida, que depende unilateralmente de un único organismo para su financiamiento,no puede medir el deterioro que la desaparición de programas de financiamientogeneran en el proceso de investigación. La lista de razones o pretextos con los que se puede negar elfinanciamiento sigue siendo extensa y ambigua, y aún quedarían por fuera, cantidades de excusasoficiales que hacen de la Ciencia venezolana una huérfana en el desarrollo social.